La Palabra hoy
Esperanza
Por Manuel Raimundo Martínez.
Es una palabra que hoy es usada con frecuencia en el mundo, casi todos tenemos la esperanza que la pandemia provocada por el Covid-19 sea erradicada junto al virus.
¿Pero, realmente que significa esta palabra, que es lo que realmente debemos esperar? Intentaremos responder a esta interrogante desde el punto de vista cristiano, ya que el origen de esta palabra se remonta a tiempos antiguos y está muy asociada al pueblo de Dios.
La RAE la define con varias acepciones, si bien la que se refiere a la virtud cristiana es: «En la doctrina cristiana, virtud teologal por la que se espera que Dios dé los bienes que ha prometido.» Además, la define como: “estado de ánimo que surge cuando se presenta como alcanzable lo que se desea”.
El Catecismo de la Iglesia católica en su numeral 1817, define la virtud de la esperanza de la siguiente forma:
“La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo. “Mantengamos firme la confesión de la esperanza, pues fiel es el autor de la promesa” (Hb 10,23). “El Espíritu Santo que Él derramó sobre nosotros con largueza por medio de Jesucristo nuestro Salvador para que, justificados por su gracia, fuésemos constituidos herederos, en esperanza, de vida eterna” (Tt 3, 6-7).”
San Juan Pablo II, en su Carta Apostólica Tertio millennio adveniente, número 46, nos dice: «por una parte, mueve al cristiano a no perder de vista la meta final que da sentido y valor a su entera existencia y, por otra, le ofrece motivaciones sólidas y profundas para el esfuerzo cotidiano en la transformación de la realidad para hacerla conforme al proyecto de Dios»
En la Biblia, San Pablo subraya el vínculo íntimo y profundo que existe entre el don del Espíritu Santo y la virtud de la esperanza. «La esperanza —dice en la carta a los Romanos— no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado» (Rm 5, 5). Sí; precisamente el don del Espíritu Santo, al colmar nuestro corazón del amor de Dios y al hacernos hijos del Padre en Jesucristo (cf. Ga 4, 6), suscita en nosotros la esperanza segura de que nada «podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro» (Rm 8, 39).
Como podemos ver en las distintas definiciones anteriores, la esperanza esta intrínseca en el ser humano, sin embargo, a veces, no entendemos la forma de actuar de algunas personas, quienes tienen la esperanza de que todo esto pase, pero no aportan nada para lograr este objetivo. Pudimos observar en los pasados días festivos de finales del año pasado y principios del nuevo año, como los casos aumentaron significativamente, como la gente concurría en aglomeraciones sin respetar ninguna de las disposiciones de las autoridades oficiales, y, aun así, expresamos que tenemos esperanza que esta pesadilla termine.
Sin embargo, y en esto consiste nuestra esperanza, mucha gente, cumplió con lo establecido, otras siguen dedicado su tiempo y su vida a salvar personas y a buscar una solución definitiva a este flagelo, y justamente en esas personas, en ellos esta nuestra esperanza, en aquel que ha puesto, pone y seguirá poniendo un granito de arena para que esto termine, aquellos que están en las calles vigilando nuestro comportamiento, los que están en los hospitales dejando su vida a cambio de salvar la de los demás, los que están en los laboratorios buscando la forma de eliminar el virus, los que oran y piden a Dios constantemente por el bien de la humanidad, en ellos, en tantas y tantas personas que verdaderamente nos muestran que aún queda esperanza.
Quiero concluir esta entrega de La Palabra hoy, con un breve fragmento de la Audiencia General del 20 de septiembre de 2017 del papa Francisco.
“¡Piensa, allí donde Dios te ha plantado, espera! Espera siempre.
No te rindas a la noche: recuerda que el primer enemigo a derrotar no está fuera de ti: está dentro. Por lo tanto, no concedas espacio a los pensamientos amargos, oscuros. Este mundo es el primer milagro que Dios hizo y Dios ha puesto en nuestras manos la gracia de nuevos prodigios. La fe y la esperanza avanzan juntas. Cree en la existencia de las verdades más altas y más hermosas. Confía en Dios creador, en el Espíritu Santo que mueve todo hacia el bien, en el abrazo de Cristo que espera a cada hombre al final de su existencia; cree, Él te espera. El mundo camina gracias a la mirada de muchos hombres que han abierto brechas, que han construido puentes, que han soñado y creído; incluso cuando a su alrededor escuchaban palabras de burla.”
Amén.
El autor es Ingeniero, Locutor y Experto en Seguridad y Salud en el Trabajo.