Reflexiones

La Palabra hoy

Objetividad

Por Manuel Raimundo Martínez.

Según la RAE:

Perteneciente o relativo al objeto en sí mismo, con independencia de la propia manera de pensar o de sentir.

Agrega la RAE que, en cuanto al derecho, la objetividad es el principio complementario al de imparcialidad que exige actuar atendiendo a criterios objetivos, es decir, relacionados con el objeto sometido a consideración y nunca con los sujetos interesados ni con el sentir personal de quien actúa.

Además, plantea la Constitución española, en su artículo 103.1, que La Administración Pública sirve con objetividad los intereses generales y actúa de acuerdo con los principios de eficacia, jerarquía, descentralización, desconcentración, y coordinación, con sometimiento pleno a la ley y al derecho.

La palabra objetividad tiene sinónimos como imparcialidad, rectitud, ecuanimidad, integridad, justicia, seriedad, entre otros. Y entre sus antónimos podemos mencionar, favoritismo, injusticia, subjetividad.

Quiero traer a colación este término debido a tantas opiniones que existen en los medios de comunicación y las redes sociales sobre diversos temas, sobre todo en el ámbito religioso.

Es muy frecuente ver, como, ante cualquier evento, publicación, noticia, documental, o cualquier otro evento, inmediatamente empiezan las opiniones a favor y en contra, aunque muchas veces se desconozca de la materia en cuestión. Otras veces, esas acciones, son manipuladas por grandes intereses y a esas críticas se suman un gran número de voces como borregos, solo por seguir la corriente o porque alguien, o tal o cual institución lo dijo.

El caso específico de la Iglesia Católica, es quizás, el más común. Ante cualquier intervención, acción o comunicado sobre cualquier tema en que se vea envuelto el papa Francisco o cualquier clérigo de la Iglesia, inmediatamente trae reacciones, en la mayoría de las veces, sin conocimiento de causa.

Lo más interesante es que esta situación se ha venido dando desde los inicios de la Iglesia, ya Jesús lo había advertido, «Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará.» Mt 10,22.

Y la iglesia es y ha sido consciente de esta realidad, la persecución a los cristianos en el siglo XXI está resultando cruel, terrorífica. En países como Arabia Saudí no se pueden construir iglesias ni anunciar el Evangelio. La conversión al cristianismo para un musulmán está penada con la muerte. Afganistán, Yemen, Pakistán, Egipto, Siria, Irán, Irak… Pero no son sólo los países de mayoría musulmana quienes asesinan, secuestran o torturan a los cristianos. Otro tanto ocurre en países comunistas como Corea del Norte o China, donde la Iglesia Católica está perseguida y vive en la clandestinidad, como en la época de las catacumbas. Y ante todo esto, la llamada “Comunidad Internacional” mira hacia otro lado y calla: no sé si por cobardía, por intereses económicos o por ambas causas.

Algunas veces, cuando la Iglesia toma una posición, como en el caso del aborto, las críticas son duras, crueles y hasta irracionales.

Pero la Iglesia sigue firme, en su lucha a favor de los más débiles y necesitados, sabiendo que Cristo es la esperanza, dice el Catecismo en su numeral 1019, “Jesús, el Hijo de Dios, sufrió libremente la muerte por nosotros en una sumisión total y libre a la voluntad de Dios, su Padre. Por su muerte venció a la muerte, abriendo así a todos los hombres la posibilidad de la salvación”.

 Al final, como es costumbre en nuestro espacio reflexivo, les dejamos con un fragmento de una hermosa oración a favor de los pecadores, escrita por el Padre Pio.

“Dame la gracia de cumplir tus mandamientos alimentando al hambriento, dando de beber al sediento, vistiendo al desnudo, alojando al forastero, visitando al enfermo y al encarcelado, descubriéndote y respetándote en la obra de tus manos.  Cambia mi forma de pensar y de sentir, porque muchas veces no parezco hijo tuyo. Permíteme disfrutar al final de los tiempos del banquete que tienes preparado no sólo para los que te conocen y sirven, sino también para aquellos que no han tenido esa gracia   y que, a pesar de no saberlo, también son hijos tuyos”. Amén.

El autor es Ingeniero, Locutor y Experto en Seguridad y Salud en el Trabajo.

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