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«No fue el techo, se nos cayó la vergüenza»: Tragedia en Jet Set revela profunda crisis de responsabilidad social en la construcción

Redacción

San Francisco de Jacagua (D.M.) – La reciente tragedia ocurrida con el desplome del techo del establecimiento JS ha desatado una ola de indignación y reflexión colectiva en el país. Más allá del concreto agrietado, el incidente ha dejado al desnudo una cultura nacional que por años ha normalizado el riesgo, la improvisación, la chapucería y la indiferencia institucional.

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Durante un análisis transmitido a través del programa JR Radio Streaming, Raimundo Martínez, especialista en seguridad y salud en el trabajo expuso que para iniciar cualquier obra en la República Dominicana se requieren múltiples permisos legales: licencia del ayuntamiento, aprobación del Ministerio de Vivienda y planos visados por el Colegio Dominicano de Ingenieros, Arquitectos y Agrimensores (CODIA). A estos se suman, en muchos casos, estudios ambientales, aprobación del cuerpo de bomberos, viabilidad eléctrica y permisos del Ministerio de Cultura si el área está protegida.

Sin embargo, se denunció que en gran parte del país no se realizan inspecciones periódicas, y que muchas construcciones se ejecutan bajo el criterio exclusivo del maestro constructor, sin supervisión estatal efectiva. Esta realidad plantea serios riesgos para la seguridad ciudadana.

El colapso en JS, que dejó víctimas mortales y heridos, ha tenido consecuencias legales para los responsables, quienes enfrentan cargos por homicidio involuntario y podrían perder su libertad, reputación y patrimonio.

Desde el plano social, el comunicador citó un contundente artículo del autor Andrés Alejandro Álvarez, titulado “No fue el techo, se nos cayó la vergüenza”, que resume el sentir colectivo:

“Aquí no solo se cayó un techo. Se desplomó un país de costumbres débiles. Se derrumbó la cultura del ‘eso aguanta’ y del ‘ese no es mi problema’”.

El artículo, ampliamente compartido en redes sociales, denuncia que esta tragedia no es un hecho aislado, sino el reflejo de una enfermedad estructural: una cultura nacional que improvisa primero y lamenta después.

El llamado es claro: repensar el modelo de construcción, supervisión y responsabilidad ciudadana, comenzando por recuperar lo más escaso en estos tiempos: el sentido común, el pensamiento crítico y la vergüenza social.

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