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Este distrito municipal no tiene salvación, perdónenme por este pesimismo

Escrito por Amaury Ureña

Me van a disculpar los optimistas, me perdonarán —si es que pueden— los que todavía creen en algún político de oficio; me van a sacrificar los que se dedican a la estresante y maloliente vida de la política partidaria. Pero he llegado a una conclusión fatal: esto, sencillamente, no tiene salvación.

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La historia es simple. Me refiero, con toda claridad, a la breve pero accidentada historia de San Francisco de Jacagua desde que fue elevado a distrito municipal. A partir de ese entonces, hemos estado esperando que algunos problemas elementales encuentren solución. Y no hablamos de lujos, sino de necesidades básicas: el servicio de agua potable, la gestión de la basura, las condiciones de nuestras calles y carreteras, la protección de los recursos naturales, un techado para actividades deportivas y sociales, la construcción de un hospital, una estación de bomberos… Todas, inversiones necesarias y justas para cualquier comunidad.

Pero la realidad es que nada de eso se ha materializado.

Casi todas esas obras han sido utilizadas como carnada en las campañas electorales de quienes han ocupado el cargo de director de la Junta Distrital o alcalde. Todos han prometido, y todos han fallado. Y como suele pasar, la población, con justa razón, aún no ha reelegido a ninguno de ellos. Los nombres sobran: Elías Castro (EPD), Willian Ventura, Miguel Ferrera (El Charro)… todos intentaron volver y no lo lograron. El pueblo perdona poco, pero lo preocupante no es solo eso.

Lo realmente grave es que, pese a las decepciones, los votantes siguen repitiendo el ciclo de esperanza ingenua cada cuatro años, llegan al próximo proceso electoral con la ilusión de que “este sí va a resolver la cosa”. Pero la historia se repite: resulta ser que siempre, el próximo político elegido es “pin pun” al anterior, y en el más patético de los casos, peor.

Más grave aún —y más decepcionante— es lo que ocurre con una parte de la población que hace opinión pública, principalmente en redes sociales. Esas voces que antes marcaban tendencia criticando la mala gestión – ejemplos hay muchos – , que se autoproclamaban guardianes del dinero público, paladines de la ética, guachimanes de lo correcto y defensores de la transparencia, propulsores del cumplimiento de las leyes. Hoy, de forma inexplicable —aunque sabemos muy bien las razones— han cambiado su actitud. Un silencio que no se explica porque las gestiones continúan actuando al margen de las leyes y la ética como las anteriores.

Esos ciudadanos son más reprochables que los propios políticos, porque de los primeros ya sabemos qué esperar, pero de estos, no. Han caído en el mismo silencio cómplice que tanto criticaron ¡Que decepción!

Por eso, y por muchas otras cosas más, entiendo que esto —y cuando digo “esto” me refiero a este distrito municipal y, por extensión, a todo el país— no tiene salvación. Ojalá esté completamente equivocado. Nada me haría más feliz que el tiempo me desmintiera con hechos, con obras, con gestión honesta, con esperanza real.

Pero por ahora, lo que veo no da motivos para el optimismo. Perdónenme el pesimismo.

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