Las clases semipresenciales, una locura que generó un gran gasto innecesario del dinero público
Por: Amaury Ureña
El pasado 25 de mayo, se iniciaron con bombos y platillos las clases semipresenciales en todo el territorio nacional de la República Dominicana. El nivel primario y el sexto grado de la Modalidad Técnica y de Arte fueron recibidos en los centros educativos por sus maestros quienes ya habían preparado toda la logística que representaba montar un escenario de semipresencialidad. Se recuerda que el pasado 6 de abril se inició con este tipo de clases en 21 municipios que en ese entonces cumplían con los requisitos que pedían tanto el Minerd como el Gabinete de Salud.
Esta medida contó con el apoyo de varios sectores empresariales quienes se mostraron satisfechos con la decisión. Sin embargo, otros sectores de la sociedad se mantenían escépticos con la misma. Uno de esos sectores fue el de los maestros, quienes a través de su sindicato (ADP) manifestaron su desacuerdo, ya que entendían que no existían condiciones idóneas para recibir a los alumnos en las aulas. Las razones eran muchas, entre ellas se destacan las condiciones físicas de los planteles escolares, que después de más de un año de ausencia de los estudiantes sufrieron deterioros por la falta de mantenimiento y otros que no recibían estos mantenimientos desde hace muchos años, la falta de personal docente y administrativo y un punto que fue resaltado con mucho énfasis por el presidente de la ADP Seccional Santiago, Miguel Jorge, quien dijo que era una contrariedad de las autoridades ya que ellas mismas establecieron que la semipresencialidad iniciaría en las demarcaciones en donde el nivel de contagio fuera inferior al 5% según los datos emitidos en los boletines del Ministerio de Salud Pública. El Observatorio Educativo dirigido por el profesor Juan Valdez también mostró su desacuerdo con la reapertura de los centros educativos explicando no era posible crear en cuatro meses un ambiente favorable para la vuelta a las escuelas de los estudiantes. Otra opinión de peso sobre este tema fue la expresada por el presidente del Colegio Médico Dominicano quien se opuso a la apertura de los centros.
Al margen de los comunicados de la ADP, los maestros de los centros educativos, en su gran mayoría, expresaban que sentían temor de laborar en estas condiciones por la posibilidad de contagio, y entendían que la idea de abrir todas las escuelas del país era una medida muy desacertada. Sin embargo, como buenos soldados que son, en aquellos centros educativos en donde se recibieron a los estudiantes de manera semipresencial, la mayoría de profesores asistieron a sus lugares de trabajo para cumplir con su sagrada labor.
A estas opiniones se le agrega el hecho que desde hace varias semanas, a pesar del proceso de vacunación que se está llevando a cabo en todo el país, los niveles de cotagios de la Covid-19 había venido aumentando vertiginosamente. Por esta razón muchos especialistas de la salud entendían que recibir a los estudiantes en las aulas aumentaría los niveles de contacto social lo que resultaría en una aumento de los contagios de este virus.
A pesar de todos los pronosticos y de las opiniones de las personas que más conocen la realidad educativa y sanitaria de nuestro país, el Minerd abrió todos los centros educativos en todo el territorio nacional el pasado 25 de mayo. Las autoridades entraron en una labor frenética de indentificar los centros que por alguna razón no habían podido comenzar la presencialidad y ejercieron sobre estas todo tipo de estrategia para que abrieran. Un esfuerzo muy grande que a la semana siguiente, o sea, el pasado 1ro de junio ya estaba tirado al zafacón.
Quizá, quien no labora en el ámbito educativo no comprende lo que implicó recibir a los estudiantes en las aulas el pasado 25 de mayo, para esto se requirió gastar una gran cantidad de dinero con el fin de acondicionar la planta física de los planteles que así lo requerían, se apuraron los aprestos a través de las juntas de centros para comprar todos los insumos que se requerían para la apertura (esto implicó que los directores de esos centros tuvieron que cotizar en 3 lugares diferentes, distintos productos y servicios, hacer órdenes de compra, solicitud de cheques y adquisición de los bienes) todo eso en un tiempo record de una semana en muchos casos. Aquí vemos el consumo de largas horas de trabajo y el gasto de una gran cantidad de recursos que al final no se utilizaron porque las clases solo duraron una semana. Habría que cuantificar la cantidad de millones de pesos que esto representó a nivel nacional.
Esto es una muestra de como la improvisación o la falta de visión de las autoridades educativas puede resultar en un gasto imnecesario de recursos públicos que bien podrían utilizarse de manera más eficiente y más en unos momentos de crisis económica como la que estamos viviendo producto de esta pandemia y otros males históricos que arrastramos. Algunas voces quieren justificar estas acciones pero independientemente de la buena intención con que la llevan a cabo, la verdad es que el Minerd está botando el dinero público por las ventanas cuando toma estas medidas tan desacertadas.